Esta mañana he desayunado en un bar popular por aquí, bullicioso y vocinglero, disfrutando de un cantante de boleros, un jubilado de voz de seda, cantando quedo, a través de su mascarilla:
Mira que eres linda,
qué preciosa eres.
estando a tu lado
verdad que me siento
más cerca de Dios...
Un silencio repentino le preparó el aie. Apoyado contra la pared, marcando el compás con los nudillos sobre la mesa, con aire ausente... ¿En quién pensaría, qué memoria de amor o desamor templaba su voz y entrecerraba sus ojos?
Antes, hasta hace unos años, la costumbre de cantar en las tabernas -flamenco, casi siempre- estaba tan extendida que aún sobrevive en algunos locales antiguos la ignominiosa prohibición "Prohibido el cante" que, a lo que recuerdo, no era obedecida por nadie...
Mira que eres linda,
qué preciosa eres.
estando a tu lado
verdad que me siento
más cerca de Dios...
Un silencio repentino le preparó el aie. Apoyado contra la pared, marcando el compás con los nudillos sobre la mesa, con aire ausente... ¿En quién pensaría, qué memoria de amor o desamor templaba su voz y entrecerraba sus ojos?
Antes, hasta hace unos años, la costumbre de cantar en las tabernas -flamenco, casi siempre- estaba tan extendida que aún sobrevive en algunos locales antiguos la ignominiosa prohibición "Prohibido el cante" que, a lo que recuerdo, no era obedecida por nadie...
Lakoff contaba que, buscando preguntas realmente importantes con un amigo, consensuaron esta: ¿qué harías con un niño que llora porque no puede dormir? Bien pensado, de la respuesta que demos, depende el sentido de nuestra vida. ¿Qué hacer ante el sufrimiento de los demás? De esa respuesta depende también que podamos dormir sin llorar, a nuestra vez, por no poder hacerlo...
last edited: Thu, 23 Jan 2020 13:43:35 +0200
Lo malo de las colecciones (¡y hay colecciones de cosas inverosímiles!) es que, si son de animales o plantas, están muertas; y si son de cualesquiera otros objetos, están fuera de su contexto natural, así que están muertos también a su manera. Tienen todas las colecciones o catálogos, y hasta los museos si lo piensan, un aire de cementerio. En una deliciosa novela de Iris Murdoch (léanla, si no la conocen: es maravillosa), «La negra noche», una niña que coleccionaba piedras sufría en secreto porque sentía la melancolía de sus minerales por la nostalgia del lugar del que fueron arrancados.
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last edited: Mon, 13 Jan 2020 10:24:06 +0200
Anochecer de invierno: lo fantástico / familiar
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El aburrimiento es hermoso, etimológicamente hermoso, porque la lengua madre inyectó en la palabra la mayor belleza: "ab horrorem", la ausencia, la lejanía, el desprendimiento del horror. En este modo de pensar mío, con el auxilio de la lengua, la angustia que provoca eso que, de modo tan torcido llamamos aburrimiento, junto al ansia que nos impele a sustituirlo con cualquier actividad o cosa, no es más que su inversión: la costumbre de vivir en el horror, el deseo de cerrar ese campo abierto que, como un abismo, se nos abre en el no saber qué hacer, en el miedo cerval de la luz cegadora de lo desconocido que nos interpela y que rechazamos...
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last edited: Tue, 05 Feb 2019 13:11:39 +0200
La vista es el sentido humano por antonomasia: por decirlo en francés, con una palabra muy asentada y conocida, somos "voyeurs"
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